Les comparto esta información sobre un reconocimiento con exposición el día de hoy al maestro CALARCÁ:
Cordial saludo
Y no porque la historia del arte colombiano no registre nombres tan representativos como los de Jorge Franklin, renovador por excelencia; Ricardo Rendón, figura paradigmática; Omar Rayo artista que inició su carrera en las artes plásticas cultivando el género de la caricatura gráfica (caricatografía)– o Ismael Roldan fallecido en Estados Unidos y poniendo en alto la bandera colombiana. Ni porque no existan trabajos significativos de figuras como Harold Ortiz –Tayrona– o Jorge Restrepo Hernández entre la miríada de jóvenes colombianos que empujan con propiedad. No. Su importancia radica en que, ninguno como él tiene una presencia integral en el arte de la caricatura gráfica -la caricatografía- desde las primeras décadas del Siglo XX y principios del XXI.
Los cincuenta años de caricatografía política de la más férrea oposición a un Estado de Derecha cada vez más consolidado o la dirección de las cuatro versiones del Festival Latinoamericano de Humor Gráfico (1987-1990), le valdrían para conquistar un escaño en la historia de la caricatura colombiana. Sin embargo, hay motivos más poderosos.
Calarcá es un artista que se reinventa cotidianamente y que siempre tiene un horizonte por alcanzar. Sus incursiones en la caricatura tridimensional (caricatopía) le valió que Cuba le concediera el primer premio, por la fisonomía en bronce del poeta cubano Nicolás Guillen; uno de los muchos premios cosechados en su dilatada trayectoria. Desde la exposición Veintitrés Ilustradores Colombianos (1991), hasta la actual exposición de Rastreando Rostros (2009), se aprecia una voluntad de evolución que varía del manejo formal de la figura caricatográfica a una obra que encuentra en el color festivo, en la síntesis y en el material plástico la riqueza de su nuevo fruto. Y en todo este recorrido, la ruptura con los formatos y la transformación de la mirada, para retar a sus colegas a arriesgar, pero también para retarse a si mismo a la propia superación.
Pero quizás, el motivo de mayor trascendencia es su condición de Maestro de Maestros. Muchos de los nuevos y muy destacados caricatógrafos colombianos han sido sus alumnos, su insuperable alumno Omar Figueroa Turcios lo testimonia internacionalmente. También centenares de colombianos han apropiado sus enseñanzas; bien en los 20 años de docencia en la Escuela Nacional de Caricatura que fundaran en Bogotá los caricatógrafos Jairo Álvarez y Diego Toro, en compañía del gestor cultural Mario García; bien en el Taller2, la nueva aventura misionera de Mario García en el Quindío, o a través de los miles de talleres–relámpago en los diversos festivales, concursos y eventos a los que lo invitan. A lo largo y ancho de la geografía nacional, Calarcá ha enseñado, con generosidad de verdadero maestro, los rudimentos del arte de rastrear el rostro humano con voluntad humorística.
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